Reflexión de Hoy
Constantemente escucho de personas el concepto de que “la vida es traicionera”. Pasan por un tiempo difícil económico o de salud, dificultades en relaciones o la aparente desigualdad económica, política o social; y tien...
den a pensar que la vida les está haciendo una mala jugada. La realidad es que no depende de la vida o del destino las dificultades y tropiezos que enfrentamos en nuestro diario vivir. Todo depende de lo que hay en nuestro corazón (Mateo 12:35).
El apóstol Juan refiere que los deseos de este mundo perecen con el mismo mundo en 1 Juan 15-17:
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”
Lo que aparentemente para nosotros pudiera ser una escases de bendición, más bien es una actitud aferrada a algo que es pasajero y perecedero que en cuanto deja de existir, nos frustramos. El problema en muchas ocaciones no es que Dios nos castigue, sino que tenemos nuestro corazón puesto en lo pasajero y no en lo eterno.
- Los deseos de la carne es todo aquello que apela al apetito carnal o físico. Aunque los deseos naturales del cuerpo no son inherentemente malos (e.g., la necesidad de comida, bebida y satisfacción sexual), el diablo puede usar estas cosas lícitas (dentro de sus límites) para esclavizar al hombre (1 Corintios 6:12).
- Los deseos de los ojos es todo aquello que apela a las demandas insaciables de la vista (Eclesiastés 1:8).
- La vanagloria de la vida es todo aquello que apela a la jactancia, arrogancia, orgullo o soberbia
La realidad es que la naturaleza pecaminosa y no la vida es quien traiciona al hombre. Sigamos el consejo dado en Efesios 4:22-24:
“Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad.”
Si en la vida se presentaran desafíos y situaciones difíciles y perdemos el control, el problema no está en las circunstancias sino en el corazón de uno mismo.
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